Que ha pasado?

Cuando empecé a dar clases hace más de treinta años, mi objetivo era claro y sencillo. Se me contrató para que mis alumnas y alumnos de BUP fueran capaces de expresarse con herramientas plásticas y tuvieran conocimiento del dibujo técnico, geometría plana y descriptiva. Como tutor, mi obligación se centraba en conseguir que su progreso durante el curso fuera el adecuado, trabajando en los deberes y estudiando mucho para que pudieran pasar de curso con los conocimientos y aptitudes necesarios para el siguiente nivel.

Recuerdo en 1º BUP las horas invertidas explicando teoría del color, síntesis aditiva y sustractiva, horas de taller creando un círculo cromático con témperas y, en cuanto tuvimos ordenadores, también lo hacíamos con el Paint. En dibujo técnico, debía lograr que supieran trazar tangencias, curvas técnicas, cónicas y, sobre el diédrico, vistas y visualización, así como algo de axonometría. El objetivo era claro y el trabajo para llegar a él también. Las habilidades que yo debía tener se centraban en cómo enseñar y compartir con ellos ese aprendizaje, añadiendo hábitos de trazo y dibujo, además de algo de expresión plástica.

Y entonces me parecía mucha responsabilidad, pero aprendí y programé mis clases para que mis estudiantes adquirieran esas habilidades y contenidos necesarios tanto en dibujo técnico como plástico. Pero hoy en día, ¿qué ha pasado? ¿Cómo nos han transferido al profesorado todas esas responsabilidades derivadas de formar mejores ciudadanos? Temas como “Discurso del odio”, “Convivencia social”, “Bienestar y ciudadanía”, “Inclusión y equidad”, “Inteligencia emocional” y muchos más se encuentran en nuestros currículos educativos.

A veces tengo la sensación de que la sociedad civil (padres, familia, vecinos, gobernantes, medios de comunicación…) ha decidido que no son ellos quienes deben imponer códigos éticos o morales a estos jóvenes, y que eso se lo enseñen en la escuela, donde parece que aún queda algo de autoridad para imponer y mandar. Y ahora, como profesor, debo tener en cuenta en mi práctica educativa no solo el contenido de mi área o asignatura, sino también implicarla con conceptos de inclusión, equidad y ciudadanía.

Mientras tanto, las alumnas y alumnos son cada vez más maleducados e insolentes en lugar de espontáneos; vagos, en lugar de trabajadores, hay quien diría desmotivados, y con una cada vez más evidente falta de capacidad para concentrarse y esforzarse.

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